lunes, 18 de abril de 2011

La alargada sombra del amor


¿Hace demasiado frío allá arriba donde estás? Dime: ¿sabes que hay flores que adornan tu cielo? ¿Sabes que tendremos que cortar el árbol que tanto te gustaba? ¿Y sabes que el viento agita los postigos de la cocina y sacude tu sombra sobre el embaldosado?

Ahora que siempre es de noche para ti.

Todavía recibes cartas, las dejo encima de tu ropa, que sigue doblada. Si quieres, puedo enviarte un trocito de España, una buena botella de champán y dos o tres fotos nuestras. Sé que podrás disfrutar de mis regalos ahora que los médicos te han dejado en paz con sus tubos en la nariz y en la tripa y ya no tienes que forzarte a comer ni a coger el teléfono.

Ahora que siempre es de noche para ti.

¿Has ido a esconderte bajo una piedra, en una fuente de tartas, en un recién nacido, en una tela, en un huevo, en un bordado? ¿Y qué puedes decirme ahora que siempre es de noche?


Dime, ¿te sientes mejor? Dime, ¿es ligero como una burbuja eso de dejar sin más tu cuerpo ahí, igual que una prenda estropeada que ya no puedes ponerte? Se acabó ese peso que aplastaba tu sonrisa, que aplastaba tu vientre, que te aplastaba. ¿Pudiste escapar? Con tu sonrisa doblada y guardada en el bolsillo ahora que siempre es de noche para ti.

En casa todo parece haber caducado, hasta los yogures de frutas que conservábamos en la nevera saben a marchito. No tengo fuerzas para seguir adelante, por más que me meta gaseosa fresca en el esófago como una tormenta de azúcar: nada. Un cementerio más, la noche, el frío y otra capa de noche. Ya no te veo, voy a ciegas, sé tan poco....

Camino por la noche y no te encuentro, claro que todas las noches se confunden; noches negras, recias como una tela, pocas estrellas, todo se parece a la oscuridad.

Es cierto que están los recuerdos, pero alguien los ha electrificado y conectado a mis pestañas, y en cuanto me vienen a la cabeza, me queman los ojos.

Te fuiste a las 19:30. Hasta el último momento te acompañaron las rosas de color naranja recién cortadas que decoraban tu mesilla de noche y te ayudaron los sorbitos de agua con limón, pero no han sido suficiente. Tampoco los tubos y las agujas clavadas en tus brazos. Las 19:30, "se acabó". En el reloj de tu corazón, la aguja pequeña ya nunca volverá a subir hasta las doce.

2 comentarios:

  1. Tus textos son increibles, chica.
    ¡Te sigo!

    ResponderEliminar
  2. La alargada sombra del amor, "Mathias Malzieu"

    Un beso muñeca, con ganas de verte, tu LOla....*

    ResponderEliminar